Todos sabemos que las palabras son eso que se llamamos unidades lingüísticas y también que están dotadas de significado. Son algo así como un recipiente en el cual podemos meter cosas. Cosas que no son solamente el significado literal de la palabra sino también sus connotaciones y relaciones.
Detrás del significado de las palabras está eso que solemos llamar concepto. Es decir, la idea que subyace antes de la propia palabra. De esta manera, al referirnos a mesa, estamos citando la idea de una superficie que se sostiene sobre una o varias patas y sobre la que, por ejemplo, podemos dejar cosas. Este es un caso sencillo. Sin embargo, cuando nos referimos a otras ideas, más complejas como pueden ser la justicia, la definición tiene más ángulos y cargas semánticas. Y es que el concepto que hay detrás de las palabras no es algo aislado en sí mismo, algo ajeno al entorno, al contrario, está directamente influido por la cultura, por el contexto social, por la propia experiencia, también por las emociones, entre muchas otras cosas.
Bien, hoy en concreto, quiero profundizar en el concepto de normalidad porque me llama la atención el extendido mal uso que se le da a esta curiosa palabra.
La normalidad hace referencia a la condición de lo que es normal. Y, como casi todos los conceptos, la normalidad tiene distintos ángulos a través de los cuáles se puede observar su significado. Yo voy a explicar aquí los más importantes.
El primer ángulo de lo normal hace referencia a lo que es natural en su propio estado. Este matiz explica que algo es considerado como normal cuando está en su propia esencia natural. Por ejemplo, podemos decir que es normal que una fresa sea roja. Es así porque hacemos alusión a lo consustancial que es el color rojo en la fresa.
El segundo ángulo hace referencia a que lo normal sigue una regla, una norma. Por ejemplo, si alguien comete una infracción es normal que le sancionen. De aquí se extrae la idea de que las costumbres, la legislación y las normas conforman parte del significado de lo llamado normal.
Por último, está el tercer ángulo, el más interesante de todos, el que voy a desarrollar en las próximas líneas, y es el que hace referencia a que algo es normal cuando es habitual.
Algo es habitual o frecuente por motivos estadísticos. El concepto de habitual, en realidad, es un concepto matemático – estadístico. En concreto, fue Carl Friedrich Gauss, quien descubrió la curva que aparecía al estudiar la frecuencia con la que ocurrían ciertos sucesos naturales. Hizo distintos estudios, con diversas variables, como por ejemplo, la altura. Esta curva no es otra sino la famosa Campana de Gauss o distribución normal. Es una gráfica que expresa la distribución de probabilidad entorno a una media. Por ejemplo, si la altura media de una mujer en España es de 164 cm. la probabilidad de que encontremos esa altura en una mujer, o alturas muy cercanas (una desviación típica) es de un 68,26%. Mientras que por debajo de esa altura estará aproximadamente el 15,8% de la población y por encima otro 15,8% de la población. Es decir, que una mujer de 180 cm. será considerada, estadísticamente, como no normal. Sin embargo, esta consideración no tiene que ver con que su altura no sea natural (lo que yo he llamado el primer ángulo de la definición), ni tampoco con que se haya cometido una infracción por saltarse una norma o regla (segundo ángulo de la definición), sino simplemente porque su altura no es la más habitual, no es la más frecuente. De alguna manera, cuanto más cerca esté una mujer de medir 164 cm. más normal es, pues menos se desvía su altura respecto de la media.
Quería hacer esta breve explicación porque, en nombre de lo que supuestamente es normal, a veces llamamos no normal a cosas y sucesos que son normales, simplemente porque no son habituales, o no son frecuentes estadísticamente. Por ejemplo, una persona de 200 cm. de altura es normal en cuanto a natural, en cuanto a que todo esté bien en su naturaleza. Es absolutamente normal desde ese ángulo. Simplemente es una persona es alta. No es disfuncional, ni adolece de algún mal en su esencia.
Deberíamos tener un poco de cuidado al hablar, cuando hablamos de lo normal, sobre todo para no mezclar ángulos. Porque a veces cuando se dice que alguien no es normal con la intención de señalar a alguien como un bicho raro lo que verdaderamente estamos indicando es falta de capacidad de entender cosas básicas de estadística. Se puede afirmar, por lo tanto, que estrictamente los bichos raros existen en las mentes de los más ignorantes.
Esto no es una mera cuestión de cuidar el lenguaje, el envoltorio, es cuestión de cuidar el pensamiento, porque es ahí donde nace el lenguaje. Quiero decir que no se trata de “cuidar el lenguaje” sino de “cuidar los pensamientos”.
Si a alguien cercano le toca la lotería no solemos decirle “no es normal que te haya tocado la lotería”, lo cual es estadísticamente cierto, pero no es cierto desde el ángulo de lo natural. Porque lo natural en un sorteo de lotería es precisamente que toque.
Quien no tiene capacidad de distinguir todo esto, está condenado a meter la pata continuamente y probablemente a hacer daño a los demás cuando les dice: “Tú no eres normal, eres un bicho raro”
Lo que no es normal no es anti-natural, es simplemente menos frecuente.
Nada más.
Un artículo original de Javier Lozano de Diego