Era una pieza errática. Y no encajaba.
A veces los puzzles traen piezas con taras, tampoco es algo de extrañar.
Lo cierto es que había mucha tensión en ese puzzle y esta pieza estaba sometida a muchas presiones externas. Demasiadas cosas en contra para solo un trozo de cartón.
-Tiene una geometría difícil. – Comentaban algunas piezas.
– Estropea el dibujo. – Decían otras.
¿El puzzle era más bonito sin ella?
Esta pieza sufría en sí misma. Estaba forzada a encajar donde no encajaba, a convertirse en una geometría que no era la suya, diluyendo su identidad a través del dolor y de la soledad. Dos acompañantes fatalmente fieles.
Parecía condenada a ser como una de esas piezas que se rompen, esas piezas a las que se les arruga el cartón, esas cuya película impresa en la superficie se despega, de tanto manipularse, de tanto empeñarse, en lo que no es posible. En lo que es anti natural.
Sin embargo, es inherente al destino de una pieza formar parte de un conjunto, sin la pertenencia real a un grupo, su existencia quedará marcada por el rechazo.
En su propio diseño estaba a la vez el enigma y la solución. Era a la vez la llave y la cerradura, pero esto ella no lo sabía.
Un día, en el horizonte, apareció una luz que iluminó el gran puzzle.
La luz de la ciencia, una vez más.
Esa luz reveló rápidamente la existencia de una zona desconocida hasta entonces. Allí aparecieron nuevos huecos que, en realidad, habían coexistido con las otras piezas desde siempre. Esos huecos dotaban además de un significado nuevo al puzzle, enriquecían su composición y arrojaban en conjunto un mensaje nuevo.
Por fin podría convertirse en un puzzle para todos.
Una pieza gritó muy alto y con gran emoción desde esa nueva zona desconocida. Allí había un hueco que parecía tener la forma y configuración específica de la pieza que tanto había sufrido. La pieza se acercó y sintió de manera espontánea su pertenencia a ese lugar, y comprobó instantáneamente que estaba diseñada para ocupar ese sitio. Parecía como si ese lugar le hubiera estado esperando siempre.
Y encajó. Vaya que si encajó…
Y se liberó. Y lloró, de felicidad.
Y su Ser gritó de alegría. Y nunca imaginó que fuera a sentir esa paz. La paz tan liberadora de quien ha sufrido en una guerra larga.
Y el puzzle por fin se completó.
El puzzle de la diversidad.
Con cariño, para todas las personas que comprenden bien estas líneas
Javier Lozano de Diego